Fue uno de los mayores estallidos sociales de la historia argentina. Obreros y estudiantes ganaron las calles en contra de las medidas económicas y la política represiva de la dictadura de Juan Carlos Onganía.



Hace 40 años se desataba el “Cordobazo”, un estallido popular que tuvo epicentro en la ciudad de Córdoba y que marcó un hito en la historia de la lucha social y obrera en la Argentina.
A tres años del comienzo de la dictadura del general Juan Carlos Onganía —autoproclamada “Revolución Argentina”—, esa ciudad se convirtió en epicentro de una masiva protesta que —a pesar de las prohibiciones y persecuciones- unió a trabajadores y estudiantes poniendo en jaque al gobierno.
CAUSAS.
Desde junio de 1966, el Gobierno había profundizado la represión política, la censura a los medios de comunicación, la intervención de universidades y un modelo económico que incluía salarios congelados y una fuerte devaluación.
Esta situación se tradujo en el deterioro de las condiciones de vida de los sectores bajos y medios de la población.
Por aquellos años, Córdoba era la segunda provincia con mayor concentración industrial del país, lo que también implicaba altos niveles de organización obrera.
El descontento popular se profundizó el 12 de mayo 1969, cuando el Gobierno nacional derogó la Ley del “sábado inglés”, legislación que era producto de una reivindicación obrera y cuya eliminación reinstaló la jornada de 8 horas para ese día.
Esta medida llevó a la CGT y la CGT de los Argentinos —las dos centrales sindicales que se habían bifurcado el año anterior— a convocar a una huelga general para el 30 de mayo.
Al mismo tiempo recrudecía el conflicto entre el dictadura y los sectores universitarios y el clima de tensión se extendía por el territorio nacional.
ASESINATOS.
El 15 de mayo se realizó en la ciudad de Corrientes una manifestación que terminó con una fuerte represión y con el asesinato del estudiante de medicina Juan Cabral.
Esa muerte provocó fuertes protestas estudiantiles en diversos puntos del país y en Rosario el nivel de conflicto incluyó el asesinato del estudiante de ciencias económicas Adolfo Bello.
A partir de lo que se llamó el “Rosariazo”, el gobierno decretó el cierre de la Universidad de Rosario como así también de la de Córdoba, ciudad en donde las protestas estudiantiles coincidieron con la movilización de los trabajadores.
Dado el nivel de los conflictos en esa provincia, el 26 de mayo el movimiento obrero de Córdoba decidió adelantar un día la convocatoria nacional y anunció un paro general con movilización para las 11 de la mañana del día 29.
Los estudiantes adhirieron al llamado de las centrales obreras y el paro se organizó masivamente a través de asambleas en sindicatos y universidades.
El jueves 29 de mayo amaneció distinto: los obreros comenzaron a abandonar sus lugares de trabajo para marchar hacia el centro de la ciudad y formaron columnas de brazos apretados junto a los estudiantes que llegaban desde los cuatro puntos cardinales.
Los tres máximos referentes del movimiento obrero cordobés marcharon al frente de sus filas: Agustín Tosco con el sindicato de Luz y Fuerza, Elpidio Torres de Smata (Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor) y Atilio López de la UTA (Unión Tranviarios Automotor).
Mientras las fábricas se vaciaban de obreros que ganaban las calles, el gobierno resolvió retirar el transporte público del casco urbano.
Las columnas de obreros y estudiantes caminaban desafiantes mientras la Policía los reprimió con gases lacrimógenos, balas y palos.
En ese contexto, un trabajador del sindicato de mecánicos --Máximo Mena— fue asesinado por las fuerzas policiales y el rumor de esa muerte recorrió la ciudad entera hasta que en Córdoba estalló la furia.
El estallido popular fue incontenible, la Policía retrocedió a los cuarteles y la capital cordobesa quedó en manos de obreros y estudiantes.
Por la noche, los obreros de Luz y Fuerza cortaron el alumbrado público a la vez que los enfrentamientos con el Ejército se reproducían a oscuras en todas las esquinas y recién hacia el final del viernes 30 de mayo el gobierno militar retomó el control de la ciudad.
Los choques causaron más de una decena de muertos, cientos de heridos y los principales dirigentes obreros y universitarios detenidos.
Para el gobierno, el “Cordobazo” fue un fuerte impacto que lo dejó tambaleante: a la semana siguiente renunció su ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena, y apenas un año después el mismo Onganía debió presentar su dimisión.
El análisis posterior de los hechos del “Cordobazo” que hicieron algunos sectores militares dio como hipótesis una “posible traición” dentro de las propias Fuerzas Armadas.
Para 1969, el gobierno del general Juan Carlos Onganía había demostrado signos de debilidad y tenía fuertes oposiciones dentro de los sectores de poder militares y económicos.
Meses antes del estallido social en Córdoba, el presidente de facto había reemplazado al comandante en jefe del Ejército: en el lugar de general Julio Alsogaray nombró al general Alejandro Agustín Lanusse.
Este cambio tenía por finalidad tranquilizar las aguas dentro de los sectores militares, ya que Lanusse era uno de los hombres de mayor peso al interior de las Fuerzas Armadas y su nombramiento significó un paso en ese intento de acuerdo.
Sin embargo, la actuación del nuevo jefe del Ejército durante los acontecimientos del “Cordobazo” despertaron serias dudas en el ámbito castrense, porque a pesar de la existencia de versiones sobre la masividad del paro convocado por las centrales obreras, el general sugirió no decretar el estado de sitio.
En un gobierno de corte represivo, como lo fue la “Revolución Argentina”, la declaración del estado de sitio no era un hecho extraordinario por lo que la decisión de Lanusse fue considerada dentro de las fuerzas como un acto intencionado para debilitar aún más al gobierno.
Además, ya había criticado públicamente a Onganía y había dejado entrever su interés en ocupar el cargo de Presidente de la Nación.
A menos de un año del “Cordobazo” y presionado por el jefe del Ejército, Onganía presentó su dimisión y después de un breve interregno del general Roberto Marcelo Levingston, Lanusse logró su cometido y ocupó el sillón de Rivadavia.