martes, 16 de junio de 2009

16 de JUNIO de 1955 - IMPRONTA DEL TERRORISMO DE ESTADO



Año 1955, mes Junio, día16, fecha en que la barbarie recae sobre los pilares de la Nación, su clase trabajadora.

La Argentina libre, justa y soberana deja de palpitarse y comienza a ser cada vez más una utopía.


Un puñado de militares vende patria, impulsados por una recalcitrante clase oligárquica, respaldados -logística y económicamente- por los imperialistas del Norte y sus discípulos de la corona, arremeten impiedosamente contra una desprevenida masa de argentinos, que agolpados en la Plaza de Mayo, esperan por un desfile aéreo.


Niños indefensos e inocentes, carentes de cualquier ideología política, son participes de un espectáculo dantesco y desgarrador, terminan siendo victimas involuntarias del cruento hecho, enlutando familias tras el derrame de su sangre en la Plaza que un día a sus ancestros independizó.


El lenguaje de la fuerza y el fuego golpea certeramente de nuevo contra la tolerancia de la diversidad de pensamiento e ideología.


La felicidad de un pueblo comienza a opacarse.


El destino de la mayoría de sus habitantes empieza a tener sus horas contadas.

No solamente los vulgares cabecitas negras –como cierta clase social se ufanaba de clasificarlos- o el partido justicialista había que eliminar totalmente de la escena política y social del país, era a la clase trabajadora a quien se tenía que doblegar nuevamente.


Quienes un día juraron portar las armas en defensa de los intereses y soberanía de la Nación, empuñaban las mismas descargando sin lógica y razón, su ira y odio en contra de su solemne deber.


La cobardía de los carrascos al no poder dar cumplimiento con lo impartido, ultimar al Presidente Perón, cruzó el río y recibió asilo.


El pesar y dolor se extendió por toda la Nación, el Apocalipsis se palpitaba en el corazón de cada trabajador.


Las bombas que sacudieron el suelo de la Plaza de Mayo, retumba en la memoria de los justicialistas a cada aniversario del luctuoso hecho, en que un grupo de Militares, grandes hombres de armas, que con honor prefirieron defender los intereses foráneos, antes que la tierra que los parió.


Aún hoy se les anuda la garganta y desgarra el corazón, a los familiares de aquellos argentinos que dieron la vida por Perón.


Compañeros trabajadores, un pasado de lucha y sufrimiento siempre nos unió, la clase dirigente, por intereses partidarios, es la que nos dividió. Hoy es nuestro deber levantar el pensamiento del creador de la doctrina Justicialista, y recobrar aquella Argentina Libre, Justa y Soberana, recordando que:


‘El pueblo unido jamás será vencido’
Autor: DANIEL DANTE RAMPI